Alguien puede creer que los primeros expedicionarios llegados a estas tierras encontraron “buenos los aires de Buenos Aires” y de allí explicar las razones del nombre otorgado a la ciudad. De hecho, algunos artículos científicos argumentan que Buenos Aires está situada en una gran planicie abierta donde soplan vientos de todo tipo que limpian la atmósfera evitando la contaminación.
Sin embargo, debe su nombre a una Virgen sarda llamada Bonaira, (es decir, Virgen del Buen Aire) que pertenece originariamente a la ciudad de Cagliari, en Italia.
Cuenta la historia que en 1370 arribó a las playas de esta ciudad de Cerdeña, una caja que contenía la imagen de una virgen que llevaba al niño Jesús en un brazo, y en el otro, un cirio. Desde entonces fue venerada como la virgen de los navegantes y se la llamó Bonaira, o del Buen Aire.
Llegó a España de la mano de los marineros y fue allí donde se popularizó su culto, especialmente en el puerto de Sevilla, desde donde partían las expediciones hacia las nuevas conquistas.
Así llegó al Río de la Plata traída por dos sacerdotes que formaron parte del grupo comandado por don Pedro de Mendoza quien llevado por su devoción a la virgen, decidió honrarla otorgándole su nombre a la ciudad fundada. Por eso Buenos Aires fue llamada “Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire”.
Desde 1932 la ciudad de Buenos Aires le rinde culto a la virgen Bonaira en la iglesia construida en su nombre “Nuestra Señora del Buen Ayre”, ubicada en el barrio de Caballito en las calles Gaona y Espinosa.